miércoles, 23 de junio de 2010

Cenizas

Buenos Aires estaba de luto. Tristeza era lo único que se veía. Llanto de miles de autores que reclamaban justicia, hojas rotas, historias que nunca más iban a ser leídas. Nadie entendía por qué se atacaba un lugar tan hermoso como la Biblioteca Nacional.
El humo era constante en las narices de toda la gente que pasaba cerca de la calle Agüero. Decenas de intelectuales sufrían la pérdida de una arquitectura única, de textos canónicos que nunca mas iban a invadir y bañar de conocimiento las mentes de millones de jóvenes.
Muchos abuelos relataban historias a sus nietos de cómo antiguamente las búsquedas de información terminaban siempre en este lugar tan particular. “Pasábamos horas recorriendo sus enormes pasillos, disfrutando del silencio y el bienestar de estar rodeados de tanta cultura”.
Un espacio destruido donde lo único que se respiraba eran intereses similares de personas que buscaban un relajo, un buen momento o un libro amigo. Culpable era ese ejército de dinosaurios que entendía perfectamente el significado oculto de un “simple edificio”. Abusadores de poder que elegían destruir una parte inmensa del espíritu argentino. Intentaban debilitar las mentes intelectuales de la forma más dura que encontraban.
Nadie sonreía en las calles que la rodeaban. Nadie bajaba la miraba ante la figura de poder. Todos reclamaban en silencio porque las palabras no podían abandonar las bocas. No era miedo, era impotencia. Nadie lo podía creer aun viéndolo.
Las calles se encontraban bañadas en cenizas. No importaba la suciedad de las mismas. No interesaba de qué forma estaban dispuestos a “remediar el daño”. Proponían proyectos absurdos: cines que exhibieran películas comerciales donde la gente no tenía que pensar o interpretar más de lo que estaba viendo; centros comerciales para que consumieran todos sus sueldos en productos inservibles. Intentos constantes para idiotizar a todos. Nadie se los permitió. El bombardeo de la Biblioteca Nacional significo un quiebre en la historia Argentina pero al mismo tiempo un renacer. La noche posterior al atentado cientos de jóvenes barrieron la calle Agüero al 2500.

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